La marea sube y baja, el oleaje constantemente varía, todo cambia con el resplandor de cada día. El surfista emprende un viaje interminable por encontrar el oleaje soñado, pero de no estar en el sitio y a la hora indicada, la perfección se desvanece y la búsqueda continúa.
Se aventura por caminos repletos de infinitas posibilidades, de hazañas constructivas y maravillas desconocidas, por vías de crecimiento general, por una travesía en busca de felicidad.
A comienzos de los años setenta, un puñado de surfistas australianos y un par de sudafricanos llegaron a Hawaii con la idea de conquistar el surf mundial. Fueron cálidamente recibidos por los locales. Los intrépidos aventureros llegaron de fondo con la idea de destrozar las olas y a todo el que se les atravesara en ellas. Arribaron con la intención de surfear lo más agresivamente posible, realizando maniobras radicales y buscando resaltar como los mejores. Lo lograron, pero en el camino, el ego como siempre, les jugó su peor movida.
No está mal exigirse y empujar los límites, de eso trata la competitividad deportiva, de superarse y mejorar el nivel, pero la ambición jamás debe opacar la humildad, el respeto y la caballerosidad entre deportistas y seres humanos.
Obnubilados por el deseo de sobresalir, quebrantaron la tradición del espíritu ‘Aloha’ y ofendieron la cultura hawaiana. El espíritu ‘Aloha’ es de esencia pura, se basa en la presencia y en la respiración, es de buen trato a los demás, generoso, divino. Para los hawaianos, la esencia del surf es la de la armonía al cabalgar el océano y la de el respeto y sentimiento más puro por el medio ambiente y el mar. Son reconocidos como extraordinarios expositores por su gran estilo al correr imponentes olas.
Cronología:
El nacimiento del ‘Movimiento Cultural Surf’ se le atribuye a los californianos en los años 50. Cultura de estilo de vida playero y relajado, de preciosas mujeres doradas por el sol y de esculturales jóvenes con sus tablas bajo el brazo en busca de nada más que pura diversión por el mar.
En 1964 los australianos, insaciables competidores, fuertes y unidos por naturaleza, organizaron el primer campeonato de surf registrado de la historia en Manly Beach, Australia. Como buenos competidores que son, luchan por la victoria, pero al final de la meta disfrutan sentarse con su rival, conversar amigablemente, estrechar la mano y compartir una buena cerveza.
En 1965 los Hawaianos organizaron su primer campeonato de surf en honor a ‘El Gran Duke Kahanamoku’, padre del surf moderno y campeón de natación olímpico.
Pero fue hasta 1974 (casi 10 años más tarde) que se internacionalizaron las competencias y los australianos lograron su primer cupo para competir en Hawaii. Mark Richards (australiano) se lució en las gigantescas olas de la Bahía de Waimea, sembrando respeto entre los locales y abriendo las puertas y el camino para los extranjeros en Hawaii.
Gracias a la sobresaliente exposición en el 74 de Richards, en el 75 los inmigrantes fueron invitados a participar en varios eventos de la temporada; y arrasaron con todo, ganaron el podio en la primera competencia y se llevaron el primer puesto en el resto de los eventos de la temporada de olas.
1975 es un año que marcó en tres la historia del surf universal. Se recuerda por el poderoso y dinámico estilo de surf libre que se impuso, como temporada inicial de la rivalidad competitiva entre australianos, surdafricanos y hawaianos, y como inicio de la era del surf comercial y comienzo de la industria millonaria de este deporte.
La chispa que encendió la candela en 1975 se prendió debido a un artículo publicado por un campeón australiano, quién no midió la dimensión de sus palabras, elogiándose con sus compatriotas como grandes emprendedores y refiriéndose a los hawainos como unos ‘estancados’. Este artículo, titulado “Rompiendo la Puerta», no fue bien recibido por los locales y a su autor le costó la paliza de su vida, una muñequera que lo dejó inconsciente y que lo obligó a refugiarse en la selva hawaiana temiendo por su vida. Al final y antes que sucediera algo peor, una tradicional familia hawaiana intervino para limar las asperezas entre los surfistas. Convocaron una reunión en la que Mark Richards fue expuesto como persona y surfista ejemplar, por surfear como un maestro y ser respetuoso con la comunidad. «Si respetas, te respetan», le dijeron los hawaianos a los extranjeros.
«Respeta para que te respeten»… precisamente ese es mi mensaje para todos este viernes. Los rayos de luz avanzan a través del planeta y el fuego, aunque arda, no tiene por qué quemar. Nunca permitan que el ego nuble la claridad del alma. En el surf como en esta aventura de la vida, la verdadera competencia es la de la superación propia, ahí la meta, la victoria y la realización de cada uno. «En el mar todo se disuelve» y «lo cortés no quita lo valiente»… hablando se entiende la gente y siempre es mejor, respetuosamente conversar que pelear. ¡Aloha!
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