El Everton volvió a dejar puntos en la Premier League, con lo cual se aleja de los puestos de clasificación a torneos europeos. Tenía una nueva oportunidad de ganar enfrentando a uno de los coleros del campeonato, el Burnley. Es cierto que en el fútbol inglés no existen rivales pequeños, pero no se esperaba que el Everton dejara escapar los tres puntos frente a un rival débil; por lo menos eso decía la lógica basada en resultados anteriores.
Los grandes estrategas del fútbol dicen que los equipos se arman desde atrás hacia adelante, pero parece que esto no sucede con el equipo de Ancelotti. La realidad del Everton es que viene recibiendo goles en todos los partidos, y, aun peor, los recibe muy temprano; así que le toca remontar los juegos.
El equipo tiene espíritu combativo, trata de reponerse a la realidad que vive su defensa y sale a buscar el gol en el arco contrario, algunas veces proponiendo buen fútbol y otras a punta de lucha. Así, con ganas más que con fluidez, fue como llegó el gol contra el Burnley, obra de Dominic Calvert-Lewin, líder de anotaciones de la Premier.
El tema es que el equipo no puede depender solo del buen momento de su goleador y de las acciones de peligro que pueda generar James Rodríguez. El fin de semana vimos cómo el colombiano puso tres veces a sus compañeros de cara al arco contrario, pero infortunadamente ellos no acertaron de cara al gol y permitieron que Nick Pope, portero rival, saliera como figura del encuentro.
James está cumpliendo con lo que le pide su técnico: crear dos o tres opciones de gol por partido. Aunque el cucuteño ha sido intermitente en los últimos juegos, su calidad le ha alcanzado para generar oportunidades de anotar para el Everton. Si sus compañeros hubieran acertado estaríamos hablando de dos asistencias de gol y, seguramente, no existirían cuestionamientos sobre su rendimiento.
En una entrevista hace un par de meses, cuando todo era alegría en el Everton, Ancelotti dijo que con James sus delanteros deberían estar haciendo veinte goles. Tenía toda la razón porque su goleador lo está logrando; el problema es que los demás compañeros no están cumpliendo con esa regla. Richarlison, una de las figuras de la Selección de Brasil y llamado a convertirse en uno de los referentes de los ‘toffees’, no logra consolidarse como artillero.
La razón por la que trajeron a James a este equipo es generar ocasiones de gol, y eso lo está cumpliendo. El problema es que las estadísticas de asistencias y lo que en Inglaterra llaman «segundas asistencias» (el pase previo a la asistencia para el gol) solo se suman si la jugada termina con el balón en el arco. El inicio de la temporada fue espectacular tanto para él como para el Everton; cada opción que creaba el crack colombiano acababa en gol, y eso hizo que los números de James como volante de creación fueran los mejores de la Premier. Pero con el pasar de los partidos esto cambió; la efectividad goleadora de sus compañeros bajó, y con ello las cifras del colombiano también.
Pero no todo se reduce a la eficacia para que el balón llegue a la red. Hay también un problema colectivo de elaboración. Los compañeros del Everton no se conectan como en el comienzo de la temporada, y esperan que a James se le encienda la magia. Pero él necesita que el equipo lo acompañe, que sus compañeros hagan lo que les corresponde para que el equipo no dependa solo de la generación del zurdo.
James necesita que sus compañeros también generen fútbol, y que aprovechen las oportunidades de gol que él genera. Ancelotti tiene las herramientas y el conocimiento de su equipo, pero necesita que sus jugadores acierten de cara al gol y no dependan únicamente de lo que puedan hacer James y Calvert-Lewin.