Durante el fin de semana tuvimos la oportunidad de disfrutar de grandes partidos de fútbol, unos más decisivos que otros y con diferentes niveles de intensidad. Uno se jugaba en disputa del liderazgo de la Premier League y otro para definir el campeón de la Supercopa de España.
En Inglaterra se jugaban el liderazgo del campeonato el Liverpool y el Manchester United en un partido que todos los espectadores del buen fútbol esperábamos. Aunque no vimos goles sí nos encontramos con un duelo muy bien disputado en cada zona del terreno de juego. En el medio campo se libró una batalla por el control del balón y en la zona defensiva cada equipo mostró grandes argumentos para dejar su arco en cero. La intensidad con la que se jugó en el estadio Anfield Road fue tan alta que, a pesar de no haber goles, el tiempo se pasó muy rápidamente y nos quedamos con ganas de seguir viendo a estos jugadores disputando con intensidad cada balón. La Premier está tan pareja en este momento que las diferencias son mínimas y ningún equipo del llamado “big six” da ventajas, lo que hace que cada juego se luche al máximo.
Mientras tanto, en la otra orilla hubo algo muy diferente. En España se jugaba la final de la Supercopa, un partido en el que se esperaba ver a un Barcelona creciente de la mano de Pedri y un Athletic de Bilbao que, con la llegada de Marcelino, venía de eliminar al Real Madrid y mostrando un juego diferente. Nos encontramos con un partido muy diferente al que se vio en la Premier; dos equipos que juegan con una intensidad menor y con planteamientos muy distintos. Los catalanes tienen la idea de atacar, pero sin encontrar los caminos, y los vascos, con una muy buena solidez táctica, procuran evitar que el rival les haga daño.
Comparando los primeros 40 minutos de ambos juegos, mientras ninguno de los partidos registraba goles, tuvo más intensidad y alternativas el partido de la Premier que la final de la Supercopa, y esto es un claro ejemplo de la forma como los jugadores de estos equipos ven el fútbol.
No pretendo resumir el partido porque estoy seguro de que muchos lo vieron; quiero resaltar la falta de intensidad que viene teniendo el Barcelona, que sigue naufragando por dudas en la defensa propia y por la falta de presión sobre la defensa rival. En el minuto 40 se puso en ventaja, pero esta solo le duró dos minutos. En el segundo tiempo se volvió a adelantar en el marcador, pero, cuando acariciaba el trofeo, en el minuto 90 otra falta de atención permitió que le empataran el partido para llevar la final a tiempo extra, instancia en la cual perdieron el título.
No sé qué le puede pasar por la cabeza a un jugador como Griezmann, al que se le está pidiendo que haga goles, cuando en una final marca dos tantos y aun así no le alcanza para que su equipo sea campeón. Tampoco sé qué puede pensar el mismo Messi, que se sacrificó por el equipo jugando un partido que claramente no debía jugar porque aún no estaba recuperado de una lesión. Fue tanto su desconsuelo e impotencia que se hizo expulsar por primera vez en un partido con el Barcelona; tuvieron que pasar quince años para que esto pasara.
Lo cierto es que estamos frente a dos formas de ver y de jugar el fútbol. Mucho tendrán que ver los técnicos de la Premier, Klopp, Guardiola, Solksjaer y compañía en la forma como sus jugadores viven sus partidos. Seguramente mucho tendrán que aprender los jugadores del Barcelona, porque no se explica cómo el equipo sigue quedando al margen de las competiciones por la falta de concentración e intensidad de sus jugadores. Esta es una alarma de cara a lo que se van a jugar en la Champions League contra el PSG de Pochettino; tendrán que decidir si quieren seguir dejando esa imagen o, por el contrario, ven a los equipos de la Premier para sacar lo mejor de ellos y revertir esta situación.