El último sábado Tadej Pogacar, de 26 años, ganó por cuarta vez consecutiva el Giro de Lombardía. En el año este es el último Monumento, como se le dice a las cinco grandes clásicas del ciclismo de ruta. Con esta victoria concluyó una temporada extraordinaria. También fue campeón de la Strade Bianche, la Vuelta a Cataluña, la Lieja-Bastoña-Lieja, el Giro de Italia, el Tour de Francia, el Gran Premio de Montreal, el Campeonato Mundial de Ruta y el Giro del Emilia.
Es el mejor registro de su corta carrera, que está plagada de éxitos similares en los años anteriores. Ante semejantes registros, el periodista Félix de Bedout, amante del deporte pero dedicado a otros campos de la información, preguntó en su cuenta de X qué le falta a este esloveno para ser el mejor ciclista de la historia. Esta columna pretende responder ese interrogante.
En primer lugar, su palmarés no tiene la menos importante entre las tres grandes carreras de tres semanas, La Vuelta a España. Solo la corrió una vez, en 2019, y fue tercero en la que fuera su primera participación en una grande. Si ha podido ganar el Giro y el Tour, perfectamente podría ganar La Vuelta. De hecho, este año no aprovechó la oportunidad de optar por el triplete, algo que nadie ha conseguido la historia. Ganó con tanta ventaja en Italia y Francia que podría haber triunfado en España, pero no acudió a la cita.
En segundo lugar, en cuanto a los monumentos, solo le falta uno de los cinco, Paris-Roubeaix. Pero si no lo ha ganado es porque no lo ha corrido, y si no lo ha corrido es porque no le interesa, y si no le interesa es porque cree que no podría ganarlo o no lo disfrutaría. La exigencia del pavé, factor distintivo de esta competición, no es para sus características como ciclista. Calificar a Pogacar por no ganar este evento es como juzgar a un buen futbolista que juega como defensa por no hacer goles.
En cuanto a eventos orbitales, este año fue campeón mundial pero no ha sido campeón olímpico. Fue tercero en la ruta de los Juegos de Tokio 2020 y no participó este año en París 2024 porque descansaba del esfuerzo que lo llevó a ganar el mítico doblete de Giro y Tour. Sería interesante verlo en la contrarreloj de estas competiciones, pero no la corre. Ha de ser porque siente que puede ir al podio pero no ganar, y a él no le interesa algo distinto a ser el mejor.
Por último, en cuanto a las vueltas menores, que son las carreras de una semana, ha ganado cuatro de las siete más importantes. Le faltan el Critérium du Dauphiné (solo lo disputó en 2020 y fue cuarto), el Tour de Suiza y el Tour de Romandía, que nunca disputó. Realmente no le interesan porque son antes del Tour de Francia, su gran objetivo de la temporada, y él prefiere entrenarse en esa época.
Fuera del palmarés objetivo como tal, tiene dos exámenes pendientes. El primero es ganar el Tour de France enfrentando a la mejor versión de Jonas Vingegaard, su mayor rival. Sus primeros dos títulos eran sin el danés peleando por la corona y el de este año fue con su némesis recién recuperado de una grave lesión. Pogacar perdió el duelo en los dos años en los que estuvieron mano a mano.
El otro examen es el del tiempo. Resultados tan buenos como los suyos despiertan sospechas de dopaje, y el caso de Lance Armstrong muestra que el paso de los años dirá si ‘Pogi’ ha consumido sustancias prohibidas para mejorar su rendimiento. En el fondo, más allá de los títulos que pueda agregarle a su nutrido palmarés, estas últimas dos cosas son las más importantes para definir su grandeza.