Yo soy de Calamar, un pueblo chiquito de la Costa Caribe que muy pocas personas que no son de allá conocen. Después fui a Bucaramanga, una ciudad bonita y pujante, pero que no es de las grandes, y el equipo de esa región se gastó 76 años para ganar su primer título de primera división. Es decir, yo delirios de grandeza no tengo.
Entiendo las limitaciones del fútbol colombiano para competir con los representantes de Brasil o de Argentina. Es por eso que mis expectativas en torneos internacionales son mesuradas.
Pero suena muy feo que un equipo grande como Independiente Santa Fe, a pesar de haberse adelantado en el marcador, haya perdido contra el modesto Deportes Iquique. También suena feo que el Deportes Tolima, un equipo recio y competitivo, pierda como local con Melgar, el mismo club chico de Perú que hace tres años eliminó al Deportivo Cali, que es grande.
Hablemos de otros grandes en la temporada pasada. Palestino, de Chile, eliminó a Millonarios. El gran Atlético Nacional fue eliminado por su homónimo paraguayo, que era penúltimo en su país. El poderoso América de Cali fue eliminado por otro colombiano, Alianza, debutante en torneos internacionales.
Es la realidad actual y cercana. Eso nos termina llevando a ver como gran cosa lo del Junior, que hizo una buena fase de grupos, pero después quedó eliminado de muy mala manera en octavos de final por un equipo no tan fuerte, como Colo Colo.
Yo espero que los dos clubes que están jugando las fases previas de la Copa Libertadores, Santa Fe y Tolima, se recuperen y nos callen la boca. Pero, hasta ahora, suena feo el describir lo que les pasó esta semana, que no es distinto a lo que ha pasado últimamente.