Mientras la mayoría de la humanidad le huye a la tempestad y la rechaza, los surfistas viven en espera y en busca de la tormenta perfecta.
Navegan por la vida revisando los reportes climatológicos con frecuencia, cruzando los dedos para encontrar, en los pronósticos, señales que los guíen hacía el mal tiempo. Irónico pero real. ¿Por qué? Simple, tempestad es equivalente a oleaje fuerte y grande, a mar bravo, con potente energía, denso y robusto, óptimo para correr olas, ideal y apropiado para los amantes del surf.
El once veces campeón mundial, fenómeno y mega estrella del surf, Kelly Slater, dice que «el surf es cómo la mafia, una vez estás adentro, no te puedes salir». Tiene toda la razón, el surf engancha de la manera más adictiva, sana y positiva que se puedan imaginar.
Al navegar las paredes verticales de agua azul que se levantan y se forman frente a los ojos del surfista como obra de arte y paisaje de agua espectacular, el protagonista recorre por la superficie del mar, de pie sobre su tabla encima de las crestas de las olas. En un bólido impulsado que despega y se acelera velozmente por la energía que le proporciona la fuerza natural del océano y que produce una sensación absolutamente divina e indescriptible.
Divina porque tiene todo que ver con la fuerza de la naturaleza y con la creación del poder superior, e indescriptible, porque sólo un surfista conoce el sentimiento.
Una experiencia para repetir infinitas veces y que al practicarla, cuando se piensa que se va a surfear una ola más para finalizar la sesión del día, «una ola más» frecuentemente se convierte en «una más, diez veces más».
El 4 de julio, a cientos de kilómetros de la costa norte del Caribe Colombiano pasó la tormenta Elsa; produjo un coletazo que formó oleajes estupendos y fenomenales. El pronóstico climatológico lo predecía y varios surfistas colombianos abrazaron sus tablas y se fueron en busca del oleaje anhelado hacía el norte de las playas del Tayrona.
El fotógrafo y surfista cartagenero Andrés Espinosa, capturó los mágicos instantes con su cámara; aquí el registro del oleaje soñado de ese día:
En esta época «El Veranillo de San Juan», que son los vientos del norte que se potencializan y se aproximan hacía la costa norte del caribe Colombiano, también producen oleajes espléndidos.
Me despedí por tres días de mi hermosa, generosa, comprensiva mujer y mejor amiga. La abracé y la besé, y me fui con dos de mis mejores amigos y hermanos del mar al sur de San Bernardo del Viento, a una isla que suele regalarnos las mejores olas que se pueden encontrar en el Caribe Colombiano.
Dimos con olas perfectas, como un regalo de Dios, y como una bendición, porque aunque el pronóstico señale buen oleaje por venir, la madre naturaleza siempre es y será impredecible, más aún en cuanto a olas se refiere. Para que se organice el oleaje perfecto, se deben alinear varios factores, como la dirección y velocidad de los vientos, las corrientes marinas y la dirección de la energía que impulsa al oleaje, entre otros.
En el caso de nuestra travesía, todos los factores se alinearon y, gracias al poder superior, corrimos olas de nivel mundial, con nada que envidiarle a las mejores del mundo, como son las de Bali o cualquiera de las islas del Pacífico Sur, donde se encuentran las mejores del planeta. Lo mejor de todo, solo nos encontrábamos tres surfistas entre las crestas y en medio del océano, olas a la carta.
No tengo material fotográfico del oleaje de esos días (9 y 10 de julio) pero sí me quedó el registro más importante, el espiritual, el recuerdo del corazón y el que alimenta el alma del amante del mar. Encontramos lo que buscábamos y también la motivación para continuar navegando por la vida con brío, con alegría y con valor, con la ilusión de diez veces más, encontrar la tormenta perfecta.
*Para todo lo relacionado con este deporte, me pueden contactar en Cartagena, en: