Hace unos 250 años, entre 1768 y 1780, el Capitán de la Marina Real Británica James Cook, en expedición por las islas del Pacífico Sur (Tahití y Hawaii entre otras) descubrió a los primeros nativos cabalgando paredes de agua azul, corriendo olas.
El Capitán Cook y su tripulación quedaron hipnotizados con los primeros surfistas. Así lo describieron:
«No pude evitar concluir que este hombre sintió el placer más supremo mientras el mar lo impulsaba tan rápido y tan suavemente».
«La ola los impulsa con una velocidad impresionante, el arte consiste en guiar la plancha de manera que se mantengan en la dirección apropiada de la ola».
«Celebraban con gritos y gran euforia cada vez que una buena ola se aproximaba».
«Para entonces comprendí que este ejercicio era frecuente entre ellos y probablemente tienen más diversiones de este tipo que les proporcionan al menos tanto placer como patinar, que es el único de los nuestros con cuyos efectos podría compararlo».
*El patinaje data sus inicios en 1770 en Londres, aunque la primera rueda metálica para patines fue construida en 1733 y la patineta o monopatín ‘skateboard’ alrededor de 1950 en California, como sustituto a la tabla de surf en tierra para los días de escasas olas.
«El motivo de esta diversión es solo entretenimiento y no tiene que ver con pruebas de destreza. Con buenas olas entiendo que tiene que ser muy agradable, al menos ellos muestran un gran placer en la velocidad que este ejercicio les da».
Para surfear lo que se necesita son las ganas de hacerlo. Al comienzo es probable que las olas te sacudan un par de veces, nada grave, más bien saludable y divertido. Luego el océano te premiará con pura energía y alegría, inspirándote y motivándote a seguir por más surf.
El deseo de continuar por el camino del mar en busca del oleaje perfecto y la playa soñada despertarán. Comenzará la aventura y la magia de los días de olas perfectas, que son, como bien los describe el gran surfista Gustavo ‘el pibe’ de Rosa, ‘un verdadero poema.
La felicidad emana por el aprecio profundo y el respeto de lo que tenemos. Agarro mi tabla de surf y me voy a donde el viento le susurra a la superficie del mar, acariciando sus rizos y formando oleajes encrespados que deslumbran y cautivan.
Ya en el mar, recuerdo dar las GRACIAS por todo; y recuerdo cuanta razón tiene el ‘Pibe’ y la fascinación del Capitán James Cook junto con sus marineros, por los jinetes de las olas. Comulgo con la naturaleza, comparto con ustedes y corro mi primera ola como si fuera la última.
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