Aunque el cielo estaba nublado, los surfistas insistían en buscar la sombra dentro del túnel de la ola: el sitio donde nunca pega el sol pero siempre brilla el alma.
En la lluviosa mañana se encontraron indecisos entre sí; no sabían si aventurarse hacia el norte o el sur. Al norte había una nueva playa por descubrir, una tentación para el legendario «Titi» de la Vega y para el gran surfista italiano Iván Fumarola. Al sur, si se alineaban los factores naturales de viento, marea y corriente se cabalgaría la ola más poderosa de la zona.
Abordando la lancha, la madre naturaleza se encargó de mostrarles el destino. Se alinearon los factores; el viento cayó y la lluvia cesó. El instinto los guió rumbo al sur, hacía Pico de Loro en Cabo Corrientes, donde se forman algunas de las mejores olas reconocidas del departamento del Chocó. Es un oleaje de talla mundial para surfear en el Océano Pacífico de Colombia.
Zarpando, el mar confirmó el rumbo cuando una imponente ola apareció de la nada reventando ferozmente a lo largo del acantilado. Formando un tubo de agua azul perfecto en el que parecían caber dos motociclistas, los surfistas quedaron boquiabiertos. El océano les recordó quién manda. Comentaron que al fenómeno climático de «El Niño» más bien se le debería llamar «El Jefe».
«Nunca la había visto romper así», afirmó Carlos, un argentino con más de quince años surfeando por el área @elvijosurfbungalows. «La ola asesina; ahí yo no me meto», expresó Pedro, el más joven del grupo. «¡Qué regalo! No se sugestionen, amigos, ninguna ola asesina. Vamos por la ola soñada. ¡A lo que vinimos!» Inspirado, replicó el más veterano del grupo.
Viraron hacía donde vieron romper aquella ola con la ilusión de fotografiar la escena. Pero después de esperar en vano por unos minutos, las ganas por llegar a Pico de Loro a surfear les pudo más, y continuaron hacía su meta. El registro de la ola, similar a un gigantesco cilindro de agua azul rompiendo en forma tubular como los que se ven en Hawái, quedó en la memoria de los siete surfistas, en sus corazones.
El mar cambia caprichosamente sin cesar, y, de no estar en el lugar exacto y a la hora indicada, la perfección del oleaje se desvanece y la búsqueda por la ola soñada para el surfista continúa.
Anclaron en Picó de Loro, Lucho ‘El Zarco’ y Santiago Valencia. Dos jóvenes chocoanos se lanzaron al mar confirmando el conocimiento local, surfeando como maestros. Se entregaron con coraje, comprometidos con cada ola como si fuera la última de sus vidas; derrocharon estilo y destrozaron la superficie oceánica con elegancia. Entonces, «Los Niños» en armonía con la fuerza del océano recibieron el regalo que «El Jefe» les mandó. Cabalgaron olas perfectas.
De regreso, chapuzeando un balde con su mano derecha desde el bote entre un abundante cardumen, Santiago hábilmente sacó una docena de sardinas del mar. Ensartó la carnada viva en el anzuelo de su caña de pescar para regresar a casa con la cena fresca. Doble triunfo, surfeada y manjares del pacífico. El menú ideal. Puro talento local.
Celebraron la gloria, encontraron la sombra y alimentaron sus cuerpos pero, sobre todo, sus almas. Una vez más sus espíritus resplandecieron iluminados por el brillo que solo produce conquistar las poderosas olas del mar.
Para todo lo relacionado con este deporte, me puedes contactar en: hugosurf71@gmail.com o por instagram @surfing_cartagena.
Polémica por golazo de Rodrygo para el título de Rea...