Se le escapó otro título a Millonarios. Lo tenía en sus manos y no supo cómo retenerlo para que no se le fuera. Fue un partido que tuvo controlado hasta el minuto 90 y que perdió en el minuto 90+3, algo increíble, especialmente porque tuvo muchas opciones para liquidarlo, pero que no concretó. Increíble también porque el árbitro le quitó un gol totalmente legítimo, asumiendo una carga ilícita que nunca existió.
Pero al margen de ese error arbitral, tenía un partido que no sufría y que solo fue desequilibrado por una picardía de Bodmer cuando decidió mandar a uno de sus centrales como tercer delantero para que le resolviera un partido en el que su equipo había sido controlado por su rival. Fue precisamente Juan Felipe Aguirre quien desequilibró el partido, primero con un cabezazo en el poste y luego con el gol del empate que llevó la final a la tanda de tiros desde el punto penal.
Millonarios sigue sufriendo por no cerrar los partidos. Sus delanteros y mediocampistas vuelven a perdonar a sus rivales y mantienen una efectividad muy baja. Si bien en la Liga ha ganado sus dos juegos del cuadrangular semifinal, los ha sufrido porque los ha ganado con un gol de diferencia cuando pudo cerrarlos con tranquilidad, hasta goleando. El juego de vuelta contra Nacional por Copa no fue la excepción; se fue arriba en el marcador y, a pesar de tener varias opciones para cerrar el partido, no las concretó y terminó metiéndose atrás para darle vida a su rival.
El profe Gamero se equivocó. Tuvo una lectura equivocada cuando, en el minuto 90, sacó a dos jugadores que le daban control y salida en la mitad, y que además son excelentes cobradores de penaltis. Lo hizo porque pensó que el partido ya estaba cerrado y que era mejor cuidarlo replegándose en la parte posterior y entregándole el balón a un equipo que no le había hecho daño.
Fue un terrible error porque le dio vida a un equipo que no tenía cómo generar opciones claras de gol y que apelo al carácter y la lucha para igualar la serie. Al final Nacional le quitó un título en la lotería de los penales, donde claramente Kevin Mier tenía mayores opciones porque está claro que Álvaro Montero no es un arquero antipenal.
Ahora queda para el recuerdo que Millonarios fue superior en los dos partidos, que regaló un gol en el partido de ida y luego se cansó de desperdiciar opciones para lograr la remontada, y que en el juego de vuelta volvió a cometer los mismos errores. No fue efectivo de car al arco rival y le dio vida a un equipo que no encontraba los caminos para empatar.
Muchos dirán que merecía ser campeón, que el árbitro le quitó una anotación legítima a David Mackalister Silva que pudo cambiar el partido. Pero nada de esto es cierto porque, seguro, si el juez convalida esa jugada de gol en el primer tiempo, Millonarios tampoco hubiera aumentado el marcador porque se habría dedicado a controlar el partido toda la segunda mitad. Muy probablemente no hubiera hecho un segundo gol, como le paso después de irse arriba en el marcador.
Lo cierto es que Millonarios no fue el campeón y que perdió otro título. Es una asignatura en la que el profe Gamero pasa raspando, como los estudiantes mediocres. No se puede consolar con que ya ganó una Copa y una Liga porque este es un equipo grande que debe de ganar todas las finales que juega, especialmente cuando es tan superior a su rival.
Estamos hablando del resurgir de Nacional, de apostarle a un proyecto que ya dio frutos. Con ocho partidos ya es campeón John Jairo Bodmer, un joven entrenador con mucho talento y que le dio un nuevo aire al equipo verde y a su hinchada. Pero la realidad es que sus dirigidos cambiaron positivamente en dos partidos y, de resto, han vuelto a jugar tan mal como lo hacían con los dos técnicos anteriores.
Ahora volvamos a lo importante, y es que nadie se va a acordar de que Millonarios fue superior, que pudo ganar el partido y no lo cerró, o que el árbitro injustamente le quitó un gol. La realidad es que los hinchas de Nacional celebran un nuevo título que les devolvió la confianza en el equipo y que reconcilió a los dirigentes con las barras y la hinchada, tanto que se volvió a llenar el estadio Atanasio Girardot.
Queda para la reflexión qué quiso hacer el profe Gamero y qué piensa luego de perder un nuevo título y de semejante manera. Ojalá que esto no afecte a sus jugadores y se puedan concentrar nuevamente en los cuadrangulares semifinales de la Liga porque el domingo tendrán que salir a jugar otra final, y no la pueden perder porque se empezarían a despedir de la opción de ganar un nuevo título.