Portugal nos dio el miércoles la oportunidad de ver un gran partido de Champions. Se enfrentaron dos equipos que tienen una idea futbolística basada en el ataque, con salida de laterales, construcción de juego y mucha profundidad de sus atacantes.
Fue un partido en el que sus protagonistas entregaron lo mejor de su repertorio, un fútbol de ida y vuelta en el que se enfrentaron dos esquemas, uno colectivo con un engranaje perfecto como el de Atalanta, y otro basado en la creatividad y genialidad de un astro como Neymar.
La genialidad del brasileño pudo acabar con el juego colectivo de Atalanta, pero Neymar estuvo equivocado al momento de definir y perdió tres oportunidades muy claras de convertir y de acercar a su equipo a las semifinales del torneo. Fue el Atalanta el que pegó primero a través de una jugada generada por la fortaleza y dinámica de Duván Zapata. En un balón dividido, el colombiano habilitó a Pasalic para que este venciera la resistencia de Keylor Navas.
El PSG se fue al descanso con la sensación de ir perdiendo un partido en el que había estado muy cerca de anotar, pero la falta de precisión de su crack lo había castigado. Sabía Tuchel que se jugaba su continuidad al frente del equipo, y no iba a dejar a Mbappé en la banca, a pesar de que su plan inicial era no arriesgarlo. Solo iba a incluirlo en el momento en el que el equipo lo necesitara, y tuvo que hacerlo.
Con la entrada del francés se encontraron dos estrellas que juegan de memoria, y las cosas cambiaron dentro del terreno de juego. Se encontraron y generaron mucho peligro, pero seguían sin atinar en la definición.
El Atalanta seguía con su plan de juego colectivo, tratando de aprovechar los espacios que dejaba el PSG, que estaba volcado al ataque en busca del empate. Pero el club italiano no produjo mucho peligro, solo el que podía generar Duván luchando contra Marquinhos, a quien preocupó durante todo el partido con su fortaleza.
Los minutos pasaban y el PSG no encontraba la forma de darle la vuelta al marcador, lo que iba fortaleciendo al Atalanta en la misión de aguantar la arremetida del club parisino. Extrañamente, Gasperini renunciaba a su idea de juego y realizaba cambios defensivos que hicieron que el equipo retrocediera y se metiera mucho más en su campo. Con la salida del ‘Papu’ Gómez se perdió la generación de juego; Duván ya no contaba con su socio ideal.
El Atalanta se metió atrás y activó el plan del bus bajo los tres palos, al mejor estilo de ‘Mou’ en Champions. Parecía que le daba resultado, pero en el minuto 90 se juntaron los brasileños Neymar y Marquinhos, quienes encontraron la paridad en el marcador. Se caía el plan defensivo del Atalanta y volvía a la vida al PSG para irse al alargue.
Con cinco minutos de descuento vendría lo peor para el equipo de Bérgamo. Cuando se esperaba que se fueran al tiempo extra y Gasperini replanteara la estrategia, se juntaron los dos genios del PSG, Neymar y Mbappé, para dejar a Choupo-Moting mano a mano con el arquero. El camerunés se vistió de ídolo y le dio el paso a las semifinales al Paris Saint-Germain.
En el último minuto Luis Muriel tendría la oportunidad de igualar el partido y darle vida a Atalanta, pero de forma inexplicable dudó y se frenó cuando tenía que seguir de frente al arco. El colombiano pudo ser el héroe de la película… dejó pasar la oportunidad.
La lógica se dio. Ganó el equipo que se ha diseñado para ganar la Champions y que ha fracasado en las últimas ediciones. Parecía que se repetía la historia y que, a pesar de Neymar y Mbappé, los parisinos se volvían a quedar en octavos de final. El fútbol les ha dado otra oportunidad y ahora están más cerca que nunca de llegar a una final. No será fácil, pero lo tienen todo para cumplir ese sueño.
Queda la sensación que el Atalanta pudo pasar de ser la revelación del torneo a convertirse en realidad. Un equipo que hizo 98 goles en la última liga italiana no puede renunciar a su esencia y salir a defenderse. Pagó caro su cambio de estilo y la suerte no quiso estar de su lado.
Nos queda una lección de fútbol: los cracks están por encima de los esquemas, y cuando un equipo tiene un par de genios, como el PSG, puede seguir soñando porque en cualquier momento ellos salen de la lámpara y resuelven partidos.