Por culpa de la pandemia y de un apretado calendario estamos viendo cómo los entrenadores y sus jugadores se tienen que acoplar a jugar cada tres o cuatro días, algo que no es normal, especialmente por el poco tiempo que hubo entre el fin de la temporada 2020 y el inicio de la actual. Los jugadores apenas lograron descansar unos días para estar con sus familias y retomaron muy rápido sus actividades.
Los entrenadores han tenido que ingeniarse la mejor forma de rotar a sus jugadores sin dar tantas ventajas y esperando que sus equipos mantengan su identidad. Sin embargo, la congestionada programación de los partidos no da tregua en cuanto a la necesidad de obtener buenos resultados ni perdona a los técnicos por no lograrlos. Que lo digan Tuchel y Lampard, despedidos por el PSG y el Chelsea, o Zidane, ahora que afronta una nueva crisis con el Real Madrid, generada por la eliminación de la Copa del Rey y una nueva derrota en La Liga.
En Inglaterra y en Italia, que tienen dos de las ligas más importantes de Europa, estamos viendo que los equipos no se terminan de consolidar y sufren para ganar sus partidos. Por ejemplo, el Atalanta hace ocho días le ganó al Milan, líder de la Serie A; a mitad de semana venció a la Lazio por la Coppa Italia, y este fin de semana perdió con la misma Lazio. Lo mismo pasa en la Premier League, donde vemos cómo el Leicester, tercero de la liga, pierde con el Leeds; y el Manchester United, que venía de eliminar al Liverpool de la FA Cup, pierde contra el Sheffield, que es último, y no puede ganarle al Arsenal, décimo en la clasificación.
Esta dificultad que viven los equipos ya fue planteada por dos de los mejores entrenadores del mundo. Guardiola y Klopp ya se han quejado varias veces del extenuante calendario que viven sus dirigidos, y es normal ver a sus equipos con rotaciones y jugadores en posiciones en las cuales no es común verlos. Este fin de semana el Manchester City apenas ganó por 1-0 frente a uno de los coleros de la Premier, y el Liverpool sufrió 57 minutos para poder abrir el marcador frente al West Ham.
Como si fuera poco, la exigente programación ha provocado un exagerado número de lesiones en los jugadores, lo que complica aún más a sus entrenadores, quienes tienen que decidir si rotan la nómina o asumen riesgos.
Ahora se vienen los octavos de final de la Champions League, y los entrenadores tendrán que arriesgar para avanzar a la siguiente ronda. El problema es que la mayoría de estos equipos tienen que apostarle a los dos torneos; no se pueden dar el lujo de menospreciar alguno para buscar el otro. Entonces gestionar la plantilla es una dicotomía entre cuidar el estado físico de los jugadores y mantener la más alta competitividad que brindan los jugadores titulares.
Para los amantes del fútbol es una alegría tener tantos partidos; casi nos acostumbramos a tener juegos todos los días. Pero la realidad es que esto afecta al espectáculo, a los jugadores y a los entrenadores. Tal vez sea esta una de las razones por las que no se están viendo equipos que lideren sus ligas con suficiencia, como pasaba en temporadas anteriores. La única excepción entre las grandes ligas europeas es en España, donde el Atlético lleva diez puntos de ventaja y dos partidos menos que sus perseguidores, el Barcelona y el Real Madrid.
Lo cierto es que todavía quedan muchos juegos por delante, y los espectadores debemos entender que no es posible que nuestro equipo favorito juegue bien en todos los torneos que esté disputando. Creo que esa es otra nueva normalidad, tal vez no la mejor.