Se formó una tremenda polémica en el fútbol profesional colombiano por la crítica de Faustino Asprilla al título de Junior Club en la Liga BetPlay Dimayor. En una entrevista a Arturo Reyes, técnico del equipo de Barranquilla, el ‘Tino’ dijo que el campeonato de los ‘tiburones’ fue injusto.
La opinión del exfutbolista y ahora panelista de televisión coincide con la de muchos aficionados que hubieran preferido que el ganador de la estrella fuera el Deportivo Independiente Medellín, que fue subcampeón al perder la final en tiros desde el punto penal.
Más allá de que algunos hinchas de otros equipos sienten cierta animosidad contra el Junior, la sensación de inconformismo con su título radica en que el DIM fue un mejor equipo a lo largo del semestre.
El ‘Poderoso’ acumuló once puntos más en el campeonato contando sus tres instancias: todos contra todos, cuadrangulares semifinales y final. Además, Junior estuvo fuera del grupo de los ocho en quince de las veinte fechas de la primera fase, mientras que el Medellín solo estuvo una jornada por fuera en el inicio de la Liga, y desde la cuarta fecha estuvo ininterrumpidamente entre los cuatro mejores.
Este caso reavivó el debate sobre las muchas veces en las cuales el equipo campeón no estuvo en las primeras posiciones, como Junior, que fue sexto. ¿Es eso justo? Sí.
La justicia se limita a la aplicación de las normas predefinidas. Por eso es un error calificar como injusta la victoria de un equipo «A» que solo tuvo una opción de gol y la aprovechó para ganarle a un rival «B» que dominó el desarrollo del juego y tuvo muchas ocasiones de anotar pero las desperdició. Si el árbitro, que es el encargado de impartir justicia en un partido, no tomó decisiones equivocadas en jugadas capitales que incidieran en el resultado, ese triunfo de «A» es justo.
Lo mismo aplica con el título del Junior, ya no hablando del reglamento del juego sino del de la competición en general. Todos los clubes conocían el formato de la Liga mucho antes de empezar a disputarla, y sus representantes oficiales, incluyendo al del Independiente Medellín, acordaron ese sistema en la Asamblea de la Dimayor.
Entonces el equipo barranquillero cumplió a cabalidad con los requisitos para ser campeón, de acuerdo con ese formato. Primer requisito: en la fase todos contra todos terminó entre los ocho mejores; segundo requisito: fue primero en su cuadrangular semifinal; tercer requisito: ganó la final, y sin errores arbitrales graves que lo favorecieran. Es así de simple.
Ahora bien, una cosa es la justicia y otra es el merecimiento. Esto último sí tiene que ver con la virtud mostrada por un equipo para lograr los resultados. Retomando el ejemplo expuesto tres párrafos arriba, aunque el triunfo del equipo «A» fue justo no fue merecido porque el «B» jugó mejor.
Quien sepa de fútbol y haya seguido la Liga BetPlay sabe que el Medellín fue un mejor equipo a lo largo de todo el campeonato y que en la final no fue inferior al Junior. Esa instancia fue pareja en cuanto al juego y el marcador, pero el equipo de Barranquilla tuvo efectividad en los tiros desde el punto penal.
No digo que el Junior no tenga méritos para ser campeón, pero sí afirmo que el Medellín lo merecía más. No conozco al primer técnico, jugador o dirigente que luego de conquistar un título diga que el logro de su equipo fue inmerecido, que ganó por suerte, que es un mal conjunto.
Los ‘tiburones’, como todos los otros campeones de cualquier torneo, «siguieron las indicaciones del profe, trabajaron duro para esto, se esforzaron para darle una alegría a la hinchada, tuvieron humildad y jerarquía, etcétera». Los del DIM también y, además, mostraron una mejor expresión futbolística y con más regularidad. Ni siquiera fueron superados en la final. Pero el título se les fue en la crueldad del punto blanco.
Entonces, el título del Junior fue justo y no se debe deslegitimar, pero el Medellín hubiera sido un campeón más merecido. Todo se reduce a una diferenciación semántica: en el fútbol la justicia y el mérito no son lo mismo.