Ismael Merchán es de Sogamoso, municipio boyacense al que define como la «cuna del ciclismo colombiano». Allá empezó a pedalear con el apoyo de Humberto Parra, el papá del mítico Fabio, pero una fuerte caída lo alejó del deporte competitivo. Aunque pasó por el oficio militar durante quince años y después fue taxista, nunca dejó la bicicleta. Su pasión por el ‘caballito de acero’ fue reencauchada de lunes a sábado trabajando como mecánico en su puesto callejero, ubicado la Avenida El Dorado bajo el puente de la carrera 68, en el occidente de Bogotá. Eso sí, «los domingos y festivos son sagrados para rodar entre cuatro y siete horas por las carreteras de Cundinamarca», remarcó.
Pero precisamente las bicicletas ya dejaron de ser ‘caballitos de acero’. Materiales más modernos en los cuadros y una compleja gama de nuevas tecnologías aplicadas al transporte a pedal han hecho que el oficio de mecánico, que era muy empírico, se haya tecnificado. Esto ha elevado las exigencias para el arreglo y mantenimiento de las bicis, un trabajo muy duro, muchas veces hecho a la intemperie, con herramientas escasas e improvisadas y sin preparación financiera.
Es por eso que cuatro instituciones muy importantes se unieron para ayudar a personas como el carismático Ismael. Ramo, la marca de alimentos; Go Rigo Go, la empresa del ciclista Rigoberto Urán; la organización Mejor en Bici, dedicada a promover el uso de este medio de transporte; y la Corporación Mundial de la Mujer Colombia son las entidades que unieron esfuerzos para llevar este proyecto adelante.
El objetivo final es dotar a los mecánicos callejeros, esos que no tienen un local formal, con talleres móviles. Por segunda vez se entregaron diez bicitalleres Ramo, unidades de trabajo cómodas, con espacio para almacenar herramientas y con sombrilla para proteger del sol y la lluvia; todo esto anclado a un triciclo que facilita el desplazamiento del mecánico y sus utensilios.
¿Cuánto dinero podría costarle esto a una persona de bajos recursos, que trabaja en la calle? Pues no hay de qué preocuparse, porque los bicitalleres fueron gratuitos para los beneficiados. «Uno no la cree porque siempre uno ha trabajado sabiendo que todo tiene un precio, que es demasiado para ser gratis, que de eso tan bueno no dan tanto», dijo Andrés Moreno, quien parece venir del norte de Europa. Es rubio, de ojos azules y piel blanca como la nieve, aunque su hablado y las mejillas coloradas por la exposición al clima de la sabana cundiboyacense lo delatan.
«Es que a uno le toca andar en bicicleta y echarse al hombro un morral en el que trata de meter lo que más le cabe de herramienta para llegar a la esquina donde uno ‘camella’ a ver quién necesita algo. Muchas veces uno sostiene el paraguas para protegerse de la lluvia y el sol, pero cuando llega un cliente a uno le toca trabajar al sol y al agua, como se dice», explica Andrés, el más joven del grupo de beneficiados.
Por eso es que los bicitalleres Ramo son así, al estilo de Ramo, una marca que hace muchas de sus entregas a las tiendas en triciclos unidos a una bodega pequeña donde se cuida más el producto alimenticio que en un camión. Acondicionadas para el trabajo de los mecánicos, con carpa para sobrellevar el clima, estas unidades de trabajo mejoran ostensiblemente su calidad de vida.
Pero el concepto de «talleres» no solamente se aplica a los espacios de trabajo con los que fueron dotados los favorecidos por el programa. También recibieron talleres de capacitación en los que les enseñaron dos cosas muy importantes.
Por un lado, los entrenaron en la parte más técnica de su oficio: el uso de herramientas especializadas para bicicletas, los accesorios y características de las bicis modernas, habilidades para darle un mejor cuidado a las mismas. Esta parte la manejó Go Rigo Go, con su centro de servicio mecánico. Pero también fueron capacitados en prácticas empresariales básicas porque la idea es que no solo sean operativos sino emprendedores o microempresarios. Como la Corporación Mundial de la Mujer Colombia entiende que la falta de gestión financiera le dificulta la subsistencia al trabajador de la calle, les brindó la formación clave en este aspecto.
Con 68 años, Juan Narváez es el más añejo del grupo, y vino desde Venezuela huyendo de la crisis económica en su país. «Cuando conseguí trabajo en Colombia tuve malas experiencias, como abusos de jefes que se aprovechaban de mi necesidad y el maltrato de sus compañeros de trabajo que me veían como competencia. Por eso me independicé en la calle», relató. Pero lo que él sabe de economía se limita a las finanzas domésticas elementales, las de su casa para llegar a fin de mes con un sueldo de empleado. Ser formado en cuestiones básicas de emprendimiento le ayudará a gestionar su negocio.
El evento de entrega de los bicitalleres se realizó en Bogotá, en la tienda de Go Rigo Go ubicada en la calle 122. Luego de unas palabras de los gestores de esta iniciativa, a cada mecánico se le dio su diploma certificando la formación técnica especializada que recibió en la empresa de Rigoberto Urán. Les proveyeron delantal y gorra, y luego de las fotos de rigor les dieron el triciclo, dotado con un kit de herramientas de avanzada, las mismas herramientas que les enseñaron a usar.
Una de las más felices en el evento fue Puma, la tierna perrita de Héctor Fabio Barbosa. Él lleva a su mascota y ayudante montada en manillar, al cual le acondiciona su chaqueta como amortiguador para que su mejor amiga pueda estabilizar sus paticas y darle la cara al viento mientras el pedalea. Ahora va más cómodo a hacer su trabajo en las calles gracias a su bicitaller Ramo, como las otras 19 personas beneficiadas por esta causa.
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