Recordemos que estos son microorganismos vivos que confieren varios beneficios para nuestra salud, pero los beneficios son dependientes de las cepas, momentos y dosis administradas.
Factores como disbiosis, permeabilidad intestinal, viajes, mala higiene personal, carga de entrenamiento excesiva, estrés psicológico, trastornos del sueño y consumo de ultraprocesados son determinantes para la calidad de nuestro microbioma y microbiota intestinal y en algunas situaciones puede ser necesaria la suplementación.
Diferentes cepas probióticas específicas pueden mejorar la integridad de la barrera intestinal, modular la respuesta inflamatoria, ejercer acciones antioxidantes e inmunomoduladoras y modular el control del apetito, sistema inmunológico, mejorar la absorción, transporte y uso de nutrientes, aumentar la síntesis de neurotransmisores, la cognición y el estado de ánimo.
No obstante, trata de buscar primero los probióticos en fuentes naturales como yogur, kefir, kombucha, vinagre de sidra de manzana, chucrut, kimchi y encurtidos y para que estos probióticos se desempeñen adecuadamente aporta en tu dieta los suficientes prebióticos provenientes de fuentes como ajo, alcachofa, plátano, espárragos, puerro (en general las frutas y verduras), cereales integrales, leguminosas y frutos secos.