La carrera más sucia de la historia

'Big Ben' contra 'El Hijo del Viento'

Este 24 de septiembre se cumplen 36 años de la carrera más sucia de la historia. El canadiense Ben Johnson ganó los cien metros planos, la prueba reina del atletismo, en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988.

Atraído por la prosperidad del país norteamericano, dejó la pobreza en Jamaica y se nacionalizó para representar a la hoja de arce. Por su tartamudez, ‘Big Ben’ era tímido, y esa timidez encajaba a la perfección con el estrellato de su gran rival, Carl Lewis.

El ‘hijo del viento’, carismático como pocos, era el hombre más rápido del mundo. Había alcanzado la cúspide de su dominio en las justas de Los Ángeles 1984. Allí, aprovechando su localía como estadounidense, ganó cuatro medallas de oro: 100 y 200 metros, relevos 4 por 100 y salto largo.

Pero todo parecía cambiar en la segunda edición del Campeonato Mundial de Atletismo en la historia, que se hizo en Roma en 1987. Allí Johnson ganó la prueba reina y amenazaba con destronar a Lewis en los próximos Juegos Olímpicos.

Con un intenso calor y ante la mirada de cien mil espectadores en el Estadio Olímpico de Seúl, por el carril seis estaba el canadiense y por el tres iba el estadounidense. Con 9,79 segundos, ‘Big Ben’ ganaba la medalla de oro y establecía un nuevo récord mundial. ¿El ‘hijo del viento’ ahora era el hijo de Johnson? 

 

La ventaja por la cual ganó ‘Big Ben’ fue tan grande que produjo tanta admiración como sospecha. Al día siguiente se reveló que dio positivo en un control de dopaje por consumo de estonozol. Metafóricamente hablando, su prestigio fue tan corto como la carrera de cien metros.

Admitió que se había dopado por varios años y lo despojaron de sus conquistas. Lewis, que había sido segundo, fue galardonado con el oro, su segundo en Seúl porque también ganó el salto largo, que era la prueba donde mejor le iba.

Hasta la irrupción de Usain Bolt, el estadounidense fue reconocido como el mejor velocista de la historia. En cambio, Johnson quedo relegado al ostracismo. Dos años duró su sanción deportiva, pero el castigo social fue vitalicio. Estuvo en Barcelona 1992, pero no pudo subir al podio y fue expulsado de la villa olímpica por agredir a un voluntario.

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