El pez más temido por la mayoría de bañistas y surfistas que llegan al mar, el tiburón.
Como instructor de surf con frecuencia me preguntan si hay tiburones, a lo que apaciguando los nervios de muchos respondo “Viven en el mar, pero por estas playas no suelen aparecer”. Refiriéndome a la playa de Las Velas en Cartagena, mi playa natal donde llevo más de cuatro décadas surfeando.
En todo ese tiempo tampoco he visto una aleta de tiburón asomarse sobre la superficie marina, así como se ven en las películas de Hollywood o en los documentales. Los tiburones llaman mucho mi atención, me atraen por sus formas y colores, por sus movimientos fugaces que relaciono con los de submarinos hidrodinámicos.
Fue Steven Spielberg, en su famosa película ‘Tiburón’ de 1975, el gran responsable de estigmatizar a esta especie. Y lo hizo de manera magistral, satanizando al pez. En la escena en la que aparece una nadadora bajo la luz de la luna con sus pies pataleando debajo del agua, como si éstos fueran carnada provocativa, la detonante música de suspenso en crescendo, y, por supuesto, mucha sangre, el famoso director produjo el efecto deseado, creó pánico y terror en la audiencia. Peor aún, provocó un mensaje erróneo sugestionando a la humanidad sobre un depredador incomprendido.
Las estadísticas demuestran que los ataques de tiburones a humanos realmente no son comunes ni frecuentes. En promedio menos de una persona muere debido a un ataque de tiburón por año. Una cifra bastante inferior cuando se compara a las 30 muertes ocasionadas por ataques de perros a humanos en solo los Estados Unidos de Norte América, a las 44 muertes promedio por rayos, a las 700 mil por accidentes en bicicleta y a las 30 mil en accidentes automovilísticos, entre otras cifras contundentes de muertes por año en solo ese país.
Cuándo ataca un tiburón, los medios de comunicación se han encargado de divulgar la noticia de manera ultrarrápida y amarillista, consolidando el pánico entre las personas y fortaleciendo el mito sobre esta especie. Una especie que los científicos y biólogos marinos describen como tímida y solitaria.
Los estudios también demuestran que cuando el pez ha mordido a una persona, inmediatamente la libera. Es decir no se queda devorando y degustando, precisamente corroborando que el ser humano NO es un alimento de su preferencia, que NO está acostumbrado a su sabor y que NO es de su agrado. Claro que una mordida puede causar una herida representativa y fatal de no ser atendida apropiadamente. Pero es importante aclarar que los tiburones NO van por el mar en busca de bañistas ni surfistas para alimentarse. Estos peces prefieren nadar solos o en pequeños grupos en zonas del mar donde NO frecuentan las personas.
El mar es inmenso y, como la selva, tiene muchos más elementos positivos y beneficios saludables para los seres humanos.
El tiburón lleva millones de años de existencia, en algunos mares se encuentra en vía de extinción por la pesca descontrolada de la apetecida sopa de aleta de tiburón, en la que se captura al pez, se le cortan las aletas y luego se tira el pez al mar para que se desangre y agonice hasta su muerte. Afortunadamente poderosas campañas publicitarias, especialmente en la China, donde la pesca es desmesurada, promueven este mensaje: «Cuando las ventas se detengan, las muertes también».
Si he de encontrarme una aleta por la superficie marina, seguramente se acelerará mi ritmo cardíaco produciendo altos niveles de adrenalina. Trataré de controlar la emoción para no alarmar al pez, y especialmente, para admirar el momento en todo su esplendor.
Para todo lo relacionado con este deporte, me puedes contactar en: hugosurf71@gmail.com o por instagram @surfing_cartagena
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