Independientemente de si los Juegos se realizan o no, la pandemia tiene en jaque a todo el conglomerado olímpico, los organizadores, patrocinadores, voluntarios, jueces, técnicos, personal médico, pero sobre todo, a los atletas.
Ese limbo de talla mundial que se le debe al virus, no permite definir estrategias ni buscar alternativas; ha puesto a los deportistas clasificados a entrenar con pocas ilusiones de participación en lo que se conoce como el evento deportivo más importante del planeta.
Los superatletas que se preparan durante cuatro años para competir por las medallas más codiciadas, ya llevan un año de descontrol e incertidumbre desde que la pandemia hizo que los Juegos se postergaran un año más de lo previsto.
Hace poco circuló una versión en el diario The Times, de Londres, que afirmaba que Tokio iba a cancelar los Juegos. Entonces el COI confirmó, mediante un comunicado oficial emitido el 22 de enero pasado, que los Juegos se harán como están previstos, a mitad de este año.
“Implementaremos todas las medidas posibles contra el COVID-19 y seguiremos trabajando de forma estrecha con el Comité Organizador de Tokio 2020 y el Gobierno Metropolitano de Tokio en todos los preparativos para acoger unos Juegos sanos y seguros este verano”.
Thomas Bach, presidente del COI dijo, además, ante la prensa: “Todas las especulaciones afectan a los deportistas, cancelación, planes alternativos o llevar los Juegos a otra sede, cosa que no es posible en tan poco tiempo. Por todo eso, no perdemos tiempo en especulaciones, solo estamos concentrados en inaugurarlos el 23 de julio. No nos pregunten si habrá Juegos, sino cómo serán”, afirmó el dirigente.
Sin embargo, el COVID-19 sigue su paso arrollador y eso va minando las esperanzas. Las nuevas cepas del bicho, que parecen más indeseables que las anteriores, más la indisciplina generalizada en países del primero, segundo y tercer mundo, no dejan que las ilusiones florezcan. Este es un tiempo en el que creer y confiar son ejercicios mentales que han sucumbido ante el miedo y la desazón.
Lo único claro es que Tokio no quiere desistir, el COI tampoco, porque la inversión en tiempo, dinero y recursos humanos es enorme. Se calculaba, a marzo de 2020, que las justas costaban cerca de US $12.300 millones. Ese número es mejor ni calcularlo en pesos.
Ahora, un año después y con el virus en su apogeo, los costos han de ser superiores en muchos millones de dólares, si se piensa en todo lo que debe costar la implementación de bioseguridad y el lucro cesante de una organización que lleva un año en espera. Esos costos no se presupuestan, no se calculan ni se ponderan, ésta es una eventualidad nunca antes vista.
En fin, los Juegos Olímpicos Tokio 2020 (así se llaman aunque se hagan en 2021) son, hasta ahora, un albur al que le están apostando todos, y con mayor ilusión, los atletas.
Por ejemplo, los 31 atletas colombianos clasificados para Tokio han seguido sus prácticas. Claro que quisiéramos conocer, en profundidad, si la pandemia los ha dejado llevar a cabo sus programas de entrenamiento a cabalidad, con el rigor y la periodicidad que se requieren para un evento de esta magnitud.