Primero hay que limpiar la casa

Sentí un fresquito cuando se conoció la nueva sede de la Copa Mundial FIFA de Fútbol Femenino de 2023. Hubiera sido un despropósito que le hubieran dado a Colombia esa responsabilidad porque aquí les importa un pito el fútbol femenino, a todos, dirigentes, empresarios, medios, aficionados, autoridades.

Las mujeres futbolistas de Colombia han tenido que batallar solas para que la Liga Profesional salga a competencia, y cuando se logra dar ese paso, el torneo se convierte en un campeonato corto, insulso, sin nivel técnico ni deportivo porque la competencia no transcurre más de tres, o si acaso cuatro meses. Con este antecedente y muchos otros que narraré aquí, es injusto que Colombia aspire a ser sede de un torneo orbital del fútbol femenino.

Una Federación de Fútbol que menosprecia y “pordebajea” la competencia femenina nacional no es digna de organizar una Copa del Mundo. Es una lástima porque las jugadoras se merecen ser anfitrionas y protagonistas de la gran fiesta del fútbol mundial; pero no así, no bajo la sombra de las dos entidades, Dimayor y Colfútbol, que más obstáculos les han puesto para su desarrollo profesional.

Algunas de las perlas que se tienen como ejemplo de atropellos y obstáculos son estas:

– Al comienzo de este año la Dimayor acordó realizar la Liga de Fútbol Femenina 2020, pero comprometió a las jugadoras a que ellas deben ayudar a promocionar y difundir el torneo y buscar patrocinios. Sí, que ellas busquen quien financie la Liga. Yo quisiera ver a las “estrellas” masculinas haciendo lobby en las emisoras para promocionar su torneo.

– El 20 de diciembre de 2018, Gabriel Camargo, dirigente del Deportes Tolima, afirmó: “El problema que hay con las mujeres es que son más ‘tomatragos’ que los hombres”. Luego agregó que “fuera de eso, el fútbol femenino es un caldo de cultivo de lesbianismo tremendo”. A a las declaraciones de Camargo se sumó Álvaro González Alzate, presidente de la Difútbol, quien no solo defendió al directivo ibaguereño, sino que dijo literalmente que lo apoyaba.

– El 9 de abril de 2019, Semana publicó un resumen de todas las trabas que han tenido las jugadoras colombianas. Por ejemplo: “A comienzos de este año, tal como pudo ser constatado de manera pública, las jugadoras Isabella Echeverri y Melissa Ortiz, quienes hicieron parte de la Selección Colombia Femenina de Mayores, señalaron serios abusos durante las concentraciones y torneos en los que participaron”.

– La tapa es el caso del extécnico Didier Luna, quien dirigió la Selección Colombia femenina sub-17. El 9 de junio pasado fue condenado a una pena de 28 meses (sin privación de la libertad) luego de firmar un preacuerdo con la Fiscalía. Luna fue acusado de acoso sexual por la fisioterapeuta Carolina Rozo. Finalmente el delito se cambió por “injuria por vía de hecho agravado”.

De acuerdo con Acolfutpro, agremiación que vela por los intereses de jugadoras y jugadores de Colombia, lo que ha ocurrido con las futbolistas es “violación al derecho constitucional a la honra y que representa una clara violación al derecho a la igualdad, consignado en el artículo 13 de la Constitución Nacional».

Hasta que todos estos hechos dejen de ocurrir, hasta cuando las mujeres futbolistas colombianas tengan los mismos derechos y oportunidades que tienen los hombres, será muy difícil que la FIFA pueda pensar en Colombia como una sede digna para una Copa Mundial de Fútbol femenino.

Por ahora, los dirigentes que querían el Mundial Femenino para darse vitrina, no para aliviar las penas y las cargas de las jugadoras nacionales, tendrán que aguantarse las ganas.

Por: Esperanza Palacio Molina
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