Hoy se enfrentarán Floyd Mayweather Jr, uno de los mejores boxeadores de los últimos 20 años y Logan Paul, un influencer.
Muchos medios han vendido este evento en el peor de los casos, como «la pelea del año». Pero lo cierto es que la degeneración de lo que consideramos entretenimiento está a plena vista aquí.
Esta pelea no es nada más que una demostración de la plata y los televidentes que tanto Paul como Mayweather pueden mover. Paul es un maestro de la controversia. De hecho, su momento de mayor fama en el internet ocurrió hace algunos años, cuando visitó un bosque japonés conocido por su alta tasa de suicidios y publicó el video de un cadáver que encontró con sus amigos en Youtube, tomándose el asunto a la ligera.
Paul vive de esto, de ser el villano, el odiado. Decir que puede vencer a Mayweather es solo otra manera de conseguir la atención de aquellos que quieren que le rompan la cara. Y es que esto habla de la naturaleza de Paul: ser odiado es su único talento. Poco o nada le importa el boxeo como deporte, el honor que es pelear con Mayweather o lo díficil que es llegar a ese nivel. Para Paul lo más importante es lo mucho que crecerán sus redes con este evento.
Por otro lado, Mayweather aquí no tiene nada que probar. Solo está mostrando algo que ya sabemos: que ama el dinero. Con un récord invicto de 50-0, es obvio que si Paul lo derrota es porque algún experto en marketing determinó que sería la historia que más dinero movería. Sin mencionar lo mucho que se rebaja un campeón invicto como él al aceptar este desafío.
Se proyecta que Paul podría ganar hasta 20 millones de dólares solo por subirse al ring. No colaboremos a esta estadística y apoyemos a los deportistas que de verdad pagan con años de su vida, sudor y lágrimas para ser reconocidos. Ver este evento no es más que patrocinar la codicia de Mayweather y la idiotez de Paul.