En el deporte nadie gana individualmente, ni siquiera en aquellos que son prácticas individuales, ya que cada deportista tiene un equipo que le permite saltar a las canchas a exponer sus talentos y capacidades técnicas. El ser humano es un evento social, se realiza en un entramado de relaciones con todos los demás. No se puede ser feliz si se mantienen relaciones conflictivas e ineficientes con los otros seres, en especial con quienes se comparte la vida. Estoy seguro que de la calidad de las relaciones interpersonales, depende el grado de felicidad con el que vivimos. Y esas relaciones son una tensión complementaria entre lo que somos como individuos y lo que la sinergia con los otros nos aporta.
Por nuestro paradigma reduccionista y simplista -aprendido en la modernidad-, somos muy dados a exagerar y absolutizar a algunos de los actores de esa tensión. Muchos creen que lo único que importa es el individuo que tiene un talento superlativo y que aporta, con su creatividad y genialidad, lo que parece imposible. Otros creen que solo vale la pena el equipo, es decir, la suma de las interrelaciones, y que ese es el verdadero “genio”. Ambos están equivocados. Creo que necesitamos ver la realidad desde el paradigma de la complejidad, que según Edgar Morín, nos permite “que lo Uno pueda, al mismo tiempo, ser Múltiple”. Esto es, entender que el deportista genial existe por el gran trabajo del equipo, y el gran trabajo del equipo es posible porque tiene genios a su servicio.
Creo que esto no lo han entendido en el entorno del equipo que es más que un club: Barcelona. Ni Messi podría ser sin un gran equipo, ni el equipo podría haber ganado lo que ganó, sin Messi. La tragedia es hacer el análisis desde el principio de simplicidad, que o bien separa lo que está ligado (disyunción), o bien unifica lo que es diverso (reducción).
Apostarle a una absolutización de Messi, olvidando que los seres humanos envejecemos, fue comprar la cuota inicial del fracaso. Pero ahora, creer que no tiene nada que ofrecer, es completar ese fracaso. El Barcelona y Messi se necesitan mutuamente. Necesitan generar un plan futbolístico que le permita al equipo mejorar a Messi, y a él, ‘salvar’ con sus genialidades al equipo en los momentos más difíciles.
Creo que esto que pasa en este equipo de fútbol, pasa en todos los equipos, por eso pienso que hay una lección de vida de la que tenemos que apropiarnos: ser capaces de generar relaciones en las cuales las personas sean auténticas y genuinas desarrollando sus talentos individuales, realizándose plenamente, pero a la vez entendiendo cuáles son los objetivos que los unen y les permiten luchar. Por ejemplo, en una familia ni el papá, ni la mamá, ni los hijos pueden ser atrofiados en la realización de sus proyectos, pero tampoco pueden atentar contra la dinámica que los lleva a la consecución de los objetivos que les hacen existir como equipo de vida. Definitivamente a mí el fútbol me enseña a vivir.