Pero vuelvo a repetir: Rubiales sí es culpable y es justo que haya salido de sus cargos directivos como castigo por su conducta censurable. Pero él no fue el único que se equivocó, y algo de razón tiene en su discurso de defensa.
Él dijo que, más allá de que acepta que se equivocó, detrás de esa indignación había intereses particulares. El primero de ellos es el de sus férreos adversarios políticos en la administración del fútbol español, liderados por Javier Tebas. Este personaje es el presidente de la Liga Nacional de Fútbol Profesional. Para entenderlo en nuestro contexto colombiano, es como que Rubiales dirigiera la F.C.F. y Tebas a la Dimayor.
Yo sí creo que Tebas utilizó su influencia en la rama profesional para calentar aún más el ambiente y sacar del camino a su gran enemigo. Los clubes profesionales de España suelen estar divididos, y esta vez desaprobaron públicamente al líder de la R.F.E.F. con abrumadora unanimidad y simultaneidad. Aunque el repudio hacia la conducta de Rubiales está más que justificado, esta reprobación no parece espontánea. Las comunicaciones de los equipos tocaron el corazón de sus hinchas y eso exacerbó la indignación popular entre los amantes del fútbol.
En honor a la verdad, el polémico dirigente también ha tenido salidas en falso con los clubes por las que se ha ganado cierto desprecio.
También dijo Rubiales que detrás de esa indignación estaba el «feminismo amarillista». Los colectivos feministas en España son muy poderosos, y tienen ese poder, en parte, por la coordinada argumentación de su agenda ideológica. A esa ideología, como bien lo dice el saliente directivo, «no le interesa buscar la verdad o la justicia» sino culpables para darle razón a sus denuncias contra el machismo o el patriarcado. El feminismo organizado promovió la agitación social en el caso.
Jennifer Hermoso también dijo que ha «estado bajo una continua presión para salir al paso con alguna declaración que pueda justificar el acto del señor Luis Rubiales» por parte de la R.F.E.F.. Está bien que si esas presiones son reales, y yo creo que sí, la víctima las denuncie porque son inaceptables. Pero me pregunto si no ha recibido también presiones, directas o indirectas, para cambiar su actitud y pasar de reírse junto a sus compañeras por ese beso a manifestar semejante indignación.
Por último, hay otro interés que no fue expresado por Rubiales en su defensa. No lo mencionó, creo yo, porque no le convenía a la imagen que trataba de limpiar ya que implicaba hablar mal de las futbolistas que acababan de ganar el Mundial. Ellas también cambiaron de actitud, pasaron de corear para pedir un segundo beso a estar indignadas por el primero.
Detrás de ese cambio estaba la búsqueda de la salida de Jorge Vilda, el director técnico de la Selección de España. A pesar de que él las guió al título mundial, la relación de las jugadoras con el entrenador está rota. Como el técnico se lleva muy bien con Rubiales, y se han defendido mutuamente, la polémica con el dirigente también derivó en la salida de Vilda.
Insisto: la culpa es el agresor. Rubiales está bien ido. Pero su comportamiento no es el único cuestionable.