Luis Rubiales, culpable y bien ido

La maña del abusador: justificar lo injustificable

Hay muchos casos de injusticia en contra de los hombres en casos de violencia de género. En el ámbito del deporte, la historia de Brian Banks es desgarradora; su carrera se fue por la borda por una falsa denuncia, y cuando pudo demostrar de forma indudable su inocencia era muy tarde para triunfar. Otro caso, aunque sea en el mundo de la farándula, el de Johnny Depp y Amber Heard, también muestra que no se debe juzgar precipitadamente a un varón en medio de estas situaciones.

Es por eso que solo quería escribir sobre la polémica de Luis Rubiales por el beso en la boca a Jennifer Hermoso hasta que el caso se resolviera. La dimisión del dirigente a sus cargos como presidente de la RFEF y vicepresidente de la Uefa zanjó la controversia desde lo deportivo, que es lo que nos incumbe. 

Primero lo primero: él sí es culpable de abuso sexual, y ese abuso se combina con acoso laboral porque lo que hizo se dio en el marco de una relación de trabajo, de él como dirigente y ella como prestadora de sus servicios como deportista profesional. También me parece justo que la consecuencia de su mal comportamiento sea su salida de los cargos directivos que ocupaba.

Su dimisión es provocada por la indignación pública que suscitó su conducta inapropiada. Aunque esa indignación es justificada, quienes tenemos un espacio mediático para hablar del tema debemos decirlo todo. Toca disipar la indignación de nuestras cabezas para que no nos nuble porque hay que decirlo todo, incluyendo lo que no concuerda con la sensación pública.

Un experto en lectura de labios mostró en la televisión española que Rubiales sí le preguntó a Hermoso si podía darle un pico, como él lo aseguró cuando salió a defenderse. También es cierto que la actitud de ella luego del beso es festiva, no de enojo.

La reacción de la futbolista es incoherente con que ella hubiera respondido negativamente a la pregunta. Esa actitud posterior al beso sería entendible si Rubiales le hubiera robado el pico porque ella no habría sabido reaccionar ante un hecho inesperado, estaría desorientada. Pero es incomprensible que, siendo ella consciente de que dijo que no al beso, actúe alegremente luego de recibirlo.

¿Entonces sí fue consensuado? ¡Claro que no! El consentimiento para cualquier muestra de afecto, sobre todo si tiene una connotación sexual, no consiste solamente en responder afirmativamente; también pasa por estar en la capacidad mental y emocional de consentir.

Por ejemplo, una persona ebria, aunque diga que sí, no es legalmente apta para consensuar una relación sexual porque está intoxicada por el alcohol. Quien se aprovecha de la borrachera de una mujer para tener sexo con ella la está violando. Algo similar sucede con un niño o adolescente; puede decir que sí, pero ese consentimiento no es válido por la inmadurez propia de su edad.

En el contexto de la celebración del título orbital, una alegría tan inmensa, las emociones y hormonas de Jenni Hermoso nublan su juicio y le impiden consentir de forma sensata semejante contacto físico.

Puede ser que Rubiales sí le haya pedido un pico, pero incluso eso está muy mal. Un superior laboral no debe pedir esa clase de muestras afectivas, y menos en un momento de inestabilidad emocional como una celebración tan efusiva. Sería diferente si se van conociendo en espacios extralaborales, él la invita a salir y, en el contexto de una cita en la que los dos comparten sentimientos románticos, él le pide un pico. Pero él se aprovechó del contexto para satisfacer sus deseos carnales.

El mismo Rubiales dice que el beso fue un error por el contexto en que se dio, pero que no fue tan grave. Sí, fue muy grave, no solo por el contexto sino también por la forma tan dominante en que tomó la cabeza de Jenni y la haló con fuerza hacia él para chocar sus labios. Si el beso fue tan consensuado como el dirigente lo asegura, la hubiera dejado a ella acercar su boca a la de él.

El victimario pretende normalizar su conducta. ¿Entonces por qué nunca se había visto en esta clase de festejos que un directivo besara, pidiendo o sin pedir permiso, a una futbolista? Él dice que ese pico tuvo la misma intención y connotación de un beso a una de sus hijas. ¿Entonces a ellas también las besa en la boca, acaso cree que esa es una buena defensa? Él asegura que no hay sexualidad en su actuar. ¿Entonces le daría un beso a un jugador de la Selección masculina de España? Pues no lo hizo cuando ganó la Nations League de la Uefa en junio.

Rubiales quiso justificar lo injustificable. No lo logró, y por eso se va, y bien ido.

Ahora bien, algo de razón le hallo al hombre en su defensa. A la indignación natural por aquel beso se añadieron unos ingredientes externos para exacerbar el mal ambiente y forzar su salida. Eso también merece una crítica y la haré en mi próxima columna.

Por: Diego Yepes
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