Se acaba el 2020 y estoy segura que es el año más atípico de nuestras vidas. Quiero compartirles mis 7 grandes aprendizajes:
El valor de un abrazo. No soy la más cariñosa, pero al tener lejos a las personas que quiero y en este manto de vulnerabilidad, tenerlas cerca y poder abrazarlas fue y es mi mayor regalo. Saber que puedo sentirlos, respirar a su lado, oír sus palabras, que a veces me desesperaban, sentir sus sonrisas, es algo que aprendí a valorar.
A valorar la virtualidad. Gracias a la tecnología pudimos estar unidos, pudimos trabajar, pudimos estar conectados con el mundo. La tecnología, aunque agota, fue uno de los mayores regalos con el que nos vimos beneficiados muchos. Solo habría que ver la cantidad de personas que no tuvieron acceso a un computador o a internet, y tuvieron que dejar a un lado sus procesos de aprendizaje, laborales y familiares. Por eso, valoro mi computador, mi wifi, mi celular. Gracias a ellos pude estar siempre conectada y enterada de cómo estaban mis seres queridos y pude trabajar durante este difícil 2020.
A valorar el trabajo a distancia. Siempre he sido una persona responsable con mi trabajo, pero esta situación me hizo probarme mil veces a mi misma. Muchas veces quise apagar y abandonarlo todo, pero esta situación me enseñó que no importa cuántas veces estemos mal, siempre es posible ‘reiniciarse’ y volver a empezar. Así aprendí a disfrutar no tener que arreglarme, hablar desde mi rincón de la casa, no meterme en trancones y poder hacer varias cosas con el tiempo a mi favor. Aprendí a confiar en el otro sin verlo, a saber que me respondería sin importar si estaba preparando el almuerzo o estaba en la cama viendo una película. Aprendí a confiar.
El valor de un refugio. Muchas veces estando en mi casa sentía que nada malo podría pasarme. Acá tenía techo, una cama y un esposo que me protegían. Mis 50 metros cuadrados representaron un búnker que valoro hoy más que nunca.
A valorar el trabajo de casa. Las amas de casa y las señoras que nos ayudan con tanto amor, son y serán por siempre mis heroínas. El trabajo de casa es muy difícil para las que no tenemos esos talentos: cocinar, hacer oficio y trabajar, era algo que se salía de mi zona de confort. Aprendí a hacer unos platos exquisitos, a manejar el tiempo con los oficios. Fui realmente experta en ‘multitasking’. Aún así, sé que me falta mucho para ser buena en los oficios del hogar. Gracias a esto pude aprender, pero también confirmé que no es lo mío.
A reiterar el valor de una mascota. Cuando empezó la cuarentena no tenía una… con el tiempo sentí la necesidad de cambiar nuestra rutina con un gato. Tuvimos a ‘Parcero’ que llegó enfermito y murió, pero mientras estuvo nos cambio la dinámica y fue muy muy especial tenerlo. Después llegó ‘terremotín’, a quien bautizamos Merlot, y nos ha llenado de buena energía y uno que otro dolor de cabeza. Les digo a todos: las mascotas sólo dan buena energía y alegría a una casa. Pintan el mundo de otro color.
El valor de la vida. Cuando oyes cada vez más cerca casos de personas que están contagiadas y que algunas lejanas y otras muy cercanas no tuvieron la suerte de superarlo, la vida toma otra dimensión. Todos los días me levanto y doy gracias a Dios por estar acá, por sentir, por darme desespero, alegría, tristeza, todo se vale, pero sobre todo por estar viva y porque los que quiero también lo están a pesar de que muchos la han visto bien difícil.
Así que, 2020, gracias por venir a enseñarnos lo que sea que nos hayas querido dejar a cada uno de nosotros, gracias por dejarnos vivirte, sufrirte y soportarte. Te despido con el mismo cariño que te recibí, pero vete y ojalá no vuelvas. Quiero aclararte que para mí fuiste un buen año, no me faltó nada y, al contrario, tuve bastantes beneficios, pero como para la mayoría no fuiste bueno, me dejas otra lección: el valor de la empatía, así que gracias y suerte. Bienvenido 2021… ¡no te va a quedar difícil superar este año que se va!