La vida son decisiones. No creo que únicamente me defina la relación mito-territorio. Sí, soy desde esa relación, pero también soy por las decisiones que tomo. Esas decisiones están marcadas por mis gustos, mis deseos, mis comprensiones de la realidad; no dejo que ellas estén reducidas a lo que el espacio en el que nací y vivo, me determinen. Por ejemplo, me gusta leer autores que nada tienen que ver con ese lugar y me gusta disfrutar música que va más allá de las notas del acordeón que me mecieron en la cuna.
Quiero ser un caribe universal, uno que ama sus raíces, su cultura y que se identifica con ella plenamente, pero a la vez uno que está abierto al mundo y se siente habitante del planeta.
Participar del mundo del fútbol es una de mis decisiones. Me gusta jugar, leer, ver, estudiar, narrar, escribir, sufrir y gozar el fútbol -hasta he participado en la junta directiva de un equipo-. Soy hincha del Unión Magdalena porque conocí este deporte y lo viví en mi infancia a través de este equipo. No hubo domingos de mi infancia y adolescencia que el Unión no lo determinara. Si triunfaba, era un domingo feliz, y si perdía, la tristeza se apoderaba de mí y todo se volvía gris. Comprenderán ustedes que fueron muchos domingos de melancolía y tristeza.
Me gusta ganar, pero me gusta ganar en medio de un modelo de valores, de acciones y actitudes que expresen mi cosmovisión de la vida, marcada por el respeto, la armonía, la integralidad y la fantasía. En ese contexto, soy hincha del Barcelona. No soy catalán, soy samario. No soy europeo, soy Caribe Andino, ya que nací entre la Sierra y el mar (como me enseñó Carlos Vives). Pero soy hincha del Barcelona por decisión, así como me gustan los Beatles, como leo a Edgar Morín y como disfruto a Emile Ciorán.