Los deportistas son los héroes de las actuales generaciones. Se les admira y se les idolatra por su talento deportivo, y se hace de cada una de sus acciones gestas que iluminan la vida de los demás mortales.
Por eso, no es fácil ver llorar a Messi, uno de los ídolos de la sociedad tardomoderna. Verlo en la rueda de prensa llorando, sollozando, mostrando su frustración por no poderse quedar en el Barcelona, el club al que llegó en el año 2000, a la edad de 13 años, y con el que jugó 778 partidos en todas las competiciones; en el que anotó 672 goles; ganó 35 trofeos, teniendo entre ellos 10 Ligas de España, 4 Champions League, 6 balones de oro; nos hace entender todo lo que significa para el ser humano enfrentarse al final, ya sea planeado o impuesto por las circunstancias. Sus cifras son de extraterrestre.
También él se hizo millonario, de hecho, su último contrato por 4 años fue de 655 millones de dólares. Esas son las lógicas del fútbol hoy: un negocio. La verdad es un dogma que se impone por su peso material: al fútbol no le interesan las emociones y los dolores, sino los euros y dólares que lo sostienen.
Messi se va porque el Barcelona ha sido mal manejado en los últimos 6 años, porque la anterior junta lo dejó –según la información de prensa- en la peor situación económica y con muy pocas posibilidades de sostener su brillante desempeño futbolístico en el presente y en el futuro. Yo tengo claro que la culpa de la salida de Messi es de la anterior junta deportiva, pero no puedo dejar de sentir algo de decepción, porque esperaba que Laporta hiciera más por retenerlo, que fuera capaz de hacer el milagro; tampoco puedo dejar de admirarme por la miopía de la Liga, que no entiende que los jugadores franquicia son los que la sostienen ante el mundo. Messi quería quedarse y no lo dejaron, esa es la verdad: lo echaron.
¿Qué sigue? Para los hinchas del Barcelona, seguir apostando por el equipo; esperar que Laporta logre reorganizar esas dinámicas institucionales, para volver a ser ganadores; confiar en que los jugadores que estén, sean capaces de aportar los goles que se han ido, y tener el mejor desempeño; y si no, seguir sufriendo como lo aprendimos, a ser los hinchas fieles de nuestros equipos.
No creo que el PSG gane la Champions –no sé si es un análisis objetivo o un deseo que nace desde lo profundo de mi corazón- y sé que la lucha por este título estará entre los equipos patrocinados por los petrodólares. Desde ya creo que los demás equipos no tendrán cómo hacerle frente a esta competición.
Ni modo, se acabó esta etapa tan brillante de la historia del Barcelona. Ya ha sucedido en el pasado y sabemos qué es lo que sigue. Seguiremos hinchando por el que es más que un club.
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