Volvieron los temores, la incapacidad técnica y táctica, los malos planteamientos, los jugadores improvisados y perdidos en su posición. Pero lo peor es que el Barcelona volvió a ser un equipo que no sabe lo que tiene que hacer en el campo y termina siendo presa de su propia confusión.
Apunta a ser un equipo que juega con presión alta y adelanta su defensa con el objetivo de cerrar los espacios, evitar la salida del rival y recuperar el balón para iniciar las jugadas a través de la posesión. Esto en el Barcelona es una utopía porque los delanteros van a presionar, pero el equipo no sube en bloque, lo que impide hacer una presión real. Adicionalmente, el centro del campo no genera ningún tipo de recuperación; los jugadores ven jugar a los contrarios, no muerden, no raspan. Cualquier mediocampista rival puede pasearse como Pedro por su casa y no va a encontrar ningún tipo de restricción.
Lo más grave es que el equipo vive del discurso. Termina defendiendo muy arriba por el capricho del entrenador, pero sin ningún tipo de trabajo táctico que acompañe este discurso, entonces le hace la vida muy fácil al rival, como sucedió con el primer gol del Real Madrid. Fue una triangulación, con un pase profundo y una pésima lectura de Jules Koundé, quien termina habilitando a Vinícius Júnior; el resto de la historia lo conocemos bien. El segundo gol es todavía peor porque la defensa, adelantada, trata de tirar un fuera de lugar en campo rival: otro regalo para uno de los equipos que mejor maneja el contragolpe en la actualidad.
Ahora, también algunas dirán que salió a buscar el partido y tuvo que adelantar sus líneas. Entonces veamos lo que paso en el tercer gol: luego de una posesión de más de un minuto, con los jugadores del Barcelona viendo jugar al Madrid, porque ninguno presiona y todos son pasivos, Ronald Araújo termina cargando a Vinícius. El tema para la polémica es si esa carga es penal. Al final lo tocó y el árbitro termina señalando el punto blanco.
Como ven, este Barcelona es un equipo que no tiene estructura. No existe una línea del campo que respalde a la otra; hay un agujero gigante entre los atacantes y el centro del campo, el equipo dentro de esa estructura necesita un pivote que no tiene y termina improvisando jugadores en posiciones en las que terminan perdidos. Sergi Roberto jugó con el perfil cambiado y estaba más perdido que Xavi.
No sirve de nada el discurso del entrenador que donde pide intensidad y que sus jugadores ganen los duelos, duelos en donde terminan retratados sus jugadores como le paso a Kounde que por salir lejos a buscar a Bellingham termino dejando un boquete que ninguno de sus compañeros pudo cerrar.
Con un equipo que hace tan mal las cosas no es posible hablar de jugadores y establecer culpas, todos lo hacen mal porque no saben lo que tienen que hacer y lo que están jugando. El problema es que el Barcelona viene muy mal desde hace rato y tapa estos problemas porque juega contra equipos que tienen un nivel similar. Pero cuando se enfrenta a grandes clubes, que son bien trabajados por sus entrenadores, que tienen una idea clara de juego, lo hacen ver muy mal, y eso es precisamente lo que paso frente al Real Madrid. Desde hace rato ver jugar a este Barcelona es un sufrimiento permanente, cualquier jugada del equipo rival termina en una ocasión manifiesta de gol; así que termina dependiendo únicamente de lo que pueda hacer su arquero, y ayer Iñaqui Peña no lo pudo salvar de semejante humillación.
El panorama no es el mejor y, seguramente, si el técnico no fuera Xavi ya habría salido. Pero no lo han sacado porque la dirigencia no sabe a quien podría traer; por lo tanto, decide darle más tiempo para ver cómo logra darle la vuelta a esta situación.
Creo que lo mejor es comenzar a buscar un nuevo técnico de cara a la nueva temporada, alguien que pueda recuperar la forma de jugar de este equipo, alguien que pueda transmitir esa filosofía de juego de la que tanto habla Xavi pero que él mismo no sabe cómo poner en práctica. Me atrevería a sugerir que este equipo tiene una buena estructura y que, con un buen entrenador como Roberto De Zerbi, le podría dar la vuelta a su situación actual. Si le apuesta a una verdadera transformación y deja de seguir pensando en un entrenador con sangre culé, ¡qué venga a salvar el hundimiento de este barco!