Ocho a dos

La vida son decisiones. No creo que únicamente me defina la relación mito-territorio. Sí, soy desde esa relación, pero también soy por las decisiones que tomo. Esas decisiones están marcadas por mis gustos, mis deseos, mis comprensiones de la realidad; no dejo que ellas estén reducidas a lo que el espacio en el que nací y vivo, me determinen. Por ejemplo, me gusta leer autores que nada tienen que ver con ese lugar y me gusta disfrutar música que va más allá de las notas del acordeón que me mecieron en la cuna.

 

Quiero ser un caribe universal, uno que ama sus raíces, su cultura y que se identifica con ella plenamente, pero a la vez uno que está abierto al mundo y se siente habitante del planeta.

 

Participar del mundo del fútbol es una de mis decisiones. Me gusta jugar, leer, ver, estudiar, narrar, escribir, sufrir y gozar el fútbol -hasta he participado en la junta directiva de un equipo-. Soy hincha del Unión Magdalena porque conocí este deporte y lo viví en mi infancia a través de este equipo. No hubo domingos de mi infancia y adolescencia que el Unión no lo determinara. Si triunfaba, era un domingo feliz, y si perdía, la tristeza se apoderaba de mí y todo se volvía gris. Comprenderán ustedes que fueron muchos domingos de melancolía y tristeza.

 

Me gusta ganar, pero me gusta ganar en medio de un modelo de valores, de acciones y actitudes que expresen mi cosmovisión de la vida, marcada por el respeto, la armonía, la integralidad y la fantasía. En ese contexto, soy hincha del Barcelona. No soy catalán, soy samario. No soy europeo, soy Caribe Andino, ya que nací entre la Sierra y el mar (como me enseñó Carlos Vives). Pero soy hincha del Barcelona por decisión, así como me gustan los Beatles, como leo a Edgar Morín y como disfruto a Emile Ciorán.

Y quedé sumido en una epojé de dolor y tristeza futbolística después de ver los 8 goles que una demoledora “motoniveladora” alemana le hizo al equipo de Cataluña. Todo indicaba que podía pasar, pero claro, con la ilusión de un hincha creí que hasta podíamos ganar. Así de tozudos somos los hinchas. Fue una humillación futbolística que debe generar un tsunami en la institución que se entiende como algo más que un club. La que antes fue una bella metáfora de lo que debía ser una empresa, ahora es todo lo contrario, un caso para enseñar lo que no se debe hacer en una.

¿Por qué perdieron así? Porque se les olvidó que son un equipo, porque no se adaptaron al momento de fútbol que pasa por la intensidad y la velocidad, porque creyeron que se puede ganar descansando en Ibiza unos días antes de un torneo corto tan importante, porque los directivos hicieron todo lo posible para equivocarse y lo lograron, porque no tuvieron un técnico con temple que supiera ponerle límites a las tendencias conformistas de los jugadores, porque para ganar no basta con hablar mucho, sino con trabajar; porque la directiva perdió el modelo de juego y tomó decisiones equivocadas al respecto. Se perdió por eso y seguro por mucho más. Lamento esa derrota, pero estoy seguro que seguiré siendo hincha del Barcelona. Todas las decisiones se pueden cambiar, pero hoy me reafirmo en la decisión de ser hincha de ese equipo que sigue representando, por lo menos idealmente, los valores que quiero ver en el fútbol.

Por: Alberto Linero
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