Muchos celebrábamos que una exdeportista estuviera en su cargo
La Fiscalía General de la Nación comunicó que ya acusó formalmente ante la Corte Suprema de Justicia a María Isabel Urrutia por el delito de celebración de contratos sin cumplimiento de requisitos legales, que presuntamente cometió cuando dirigía el Ministerio del Deporte.
La vallecaucana firmó más de cien contratos en un lapso de cuatro días transcurridos desde que Gustavo Petro anunció públicamente su salida hasta el momento en que formalmente fue declarada insubsistente por parte del presidente de la República.
Muchos celebrábamos que, por fin, un(a) exdeportista ocupara el cargo público más alto en materia deportiva. Históricamente se ha creído que los retrasos en el desarrollo del país en el deporte se deben a que quienes administran los recursos económicos son políticos corruptos que no buscan lo mejor para los atletas.
Las virtudes morales de quienes han triunfado en el deporte, como la disciplina, el esfuerzo y la resiliencia representaban lo opuesto a las malas prácticas tradicionalmente atribuibles a los funcionarios más poderosos del Estado. ¿Quién mejor que un exdeportista exitoso para guiar al Mindeporte? Esa pregunta representaba la optimismo popular sobre la llegada de Urrutia a esta cartera.
Urrutia lo tenía todo: experiencia como atleta, como entrenadora e, incluso, como política pues fue congresista también. Pero lo más importante es que tenía carisma y una buena imagen que no había sido contaminada por el desprestigio de la clase política… hasta que tuvo dos fallas graves en su gestión.
¿Por qué salió del Ministerio?
En primer lugar, tuvo una mala relación con el Comité Olímpico Colombiano (COC), una entidad que funciona relativamente bien. No le dio el manejo presupuestal del deporte de alto rendimiento sino que le repartió los recursos directamente a las federaciones nacionales, y muchas funcionan mal. Además, le entregó al Comité Paralímpico la organización de los Juegos Centroamericanos Mar y Playa, que se hicieron en Santa Marta en noviembre de 2022. Ese evento lo debió gestionar el COC por la naturaleza de las competiciones, que son para deportistas sin discapacidad.
Pero lo más determinante para su salida fue que no sacó adelante la liga femenina de fútbol profesional con duración anual, una tarea que le fue encomendada especialmente por el presidente. Desde el punto de vista político, y el Ministerio lo es, esto fue muy grave.
Lo del COC fue una especie de cuenta de cobro por diferencias con algunos de sus miembros; no dejó a un lado su historia personal y usó su poder para desquitarse. Lo de la liga femenina fue pura falta de gestión.
Luego llegó lo peor. Según la Fiscalía, el móvil del delito por el cual la acusan fue «garantizar la continuidad laboral de referidos suyos o personas afines, de tal manera que no les fueran terminados los contratos con su salida del Ministerio del Deporte».
La Justicia del Estado debe seguir su curso y, ante la ley, Urrutia todavía es inocente. Tratando de pensar lo mejor posible sobre ella, uno creería que no obró de mala fe sino que buscó el bienestar de sus subalternos, como un buen jefe lo haría. Pero su cargo es demasiado alto para ignorar que atentaba contra las normas al firmar arbitrariamente más de cien contratos en cuatro días sin un proceso de selección previo.
Entonces, ¿qué es lo realmente importante?
Con la evidencia en su contra, es muy difícil pensar que no hubo corrupción detrás de lo que hizo. Tal vez sea exculpada oficialmente, pero la mancha pública no se quitará, y será un lastre para otros exdeportistas que quieran ocupar cargos directivos, sobre todo en el Estado.
Su comportamiento fue opuesto a los valores e intereses encarnados en la idea de que alguien que practicó deportes de alto rendimiento trabaje en la política.
Lo más importante no es que un dirigente deportivo sea un exdeportista, sino que trabaje con honestidad. De hecho, ese es el requisito para cualquier buen trabajador, sobre todo en el Estado, y más si es en una posición de poder. Eso se concluye sobre lo que hizo al saber que sería removida.
Ahora, sobre lo que hizo antes de ser removida, se concluye que lo importante de un dirigente deportivo no es que haya sido deportista sino que tenga buenas capacidades administrativas, lo cual implica darle prioridad a los resultados antes que a los asuntos personales y saber gestionar las prioridades.
Que un dirigente deportivo haya sido un atleta de alto rendimiento es bueno, pero opcional.
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