Subir el puerto más largo del mundo

El periodista deportivo Jhonsson Rojas nos cuenta su experiencia

 

Hace un tiempo conté en Revista La Liga (cuando era una publicación impresa) la historia de cómo me inicié en el ciclismo recreativo, y luego profundicé contando cómo era participar en un gran fondo. Ahora les hablaré de lo que, para mí, es la graduación en este tema de bielas y pedales, de hacerse ciclista: cuando se cumple el reto de subir el alto de Letras. No por nada es el premio de montaña más largo del mundo, son 81.5 kilómetros de ascenso.

 

Pues los astros se alinearon para que yo pudiera reclamar ese diploma moral, como uno mismo lo escribe, al finalizar la mítica subida, que parece un castigo de dioses. Es allá, en ese Olimpo a 3681 metros de altitud, donde uno siente una felicidad hasta las lágrimas.

 

Digo que se alinearon los astros porque no tenía pensado ir a hacer ese ataque; pero a veces la suerte, como el viento, empuja a nuestro favor.

Un grupo de amigos con los que entreno tuvieron la brillante idea de hacer este reto. Claudio y Elías se desafiaron, pero el segundo, por cuestiones laborales, no pudo. Perder tanto tiempo de entrenamiento, madrugadas y salidas coordinadas no estaba en la mente de Claudio, y él invitó a otro amigo, Mario, quien también le dijo a Juan Pablo Hernández, mi compañero de Caracol Televisión. Él me antojó de ir; logramos el permiso en el trabajo y, en menos de nada, estaba montado en esa aventura.

 

 

 

Mis compañeros de aventura antes de la largada

Viajamos un viernes temprano, montamos las bicis e iniciamos desde Bogotá el recorrido de un poco más de cinco horas. Claudio y Mario, quienes ya han ido varias veces, se encargaron de la logística del conseguir el hotel y las personas que nos acompañarían en el recorrido.

 

Con ansiedad, los novatos preguntábamos de todo, y la gente que ha ido nos llenó de consejos: que la hidratación, que la comida, y varias cosas que terminan por ampliar el nivel de expectativa.

 

Juan Pablo sí había hecho la tarea de entrenar con juicio. Es increíble su transformación; ya hasta parece un ciclista élite. Yo en esas últimas semanas no pude salir por múltiples razones, así que iba a recurrir a mi espíritu de ciclista fritanga: puro corazón, garra y huevos.

Juan Pablo Hernández se ha convertido en un titán de la bicicleta.

Un buen amigo me hizo el mapa mental de la hazaña, me dijo que más o menos cada veinte kilómetros encontraría un pueblo. Mariquita a Fresno, Fresno a Padua, Padua a Delgaditas, y de allí última etapa rumbo a la gloria. Julio César Sandoval me dijo que en cada salida y entrada a los pueblos había unas subidas con mucha pendiente.

El viernes hicimos unos kilómetros para soltar piernas, fuimos hasta Armero y sus ruinas. En el hotel nos hacían sentir como campeones, y los jejenes se aprovecharon.

 

La cita fue a las cinco de la mañana para desayunar y salir a la odisea. Giovanni y Edwin eran las personas que nos acompañarían en el recorrido. En la madrugada llovió un poco, y por fortuna salimos ya sin esa llovizna. Desde que salí me fui grabando videos para documentar ese momento.

Las letras de este alto se escriben con sufrimiento.

Pusimos nuestros Garmin y arrancamos juntos, pero apenas empezamos Juan Pablo impuso su ritmo y tomó ventaja. Fue como una fuga desde el kilómetro uno, mientras que yo me fui a rueda de Claudio y Mario. Conforme fueron pasando los kilómetros, fue ¡sálvese quien pueda!

 

Entonces no me quedó otra opción que ir a mi paso. Giovanni, mi acompañante, iba surtiendo mis caramañolas y me iba pasando la comida, que básicamente eran bocadillos, geles, compotas y barritas de cereal. Aquí cometí un error: no hice los famosos bocaditos de sal, con pan y atún.

 

Llegaron los calambres entre los kilómetros 70 y 74, pero los aguanté. Mientras las piernas sufrían, volví a aplicar otra frase mía: “yo les llego”. No hay nada como mantener el control anímico cuando uno siente que las fuerzas fallan. La mente es clave para sobreponerse.

Lo más duro era llegar a los pueblos y salir de ellos.

Me hice un dibujo de cuatro etapas, la llegada a Fresno, la otra llegada a Padua, una a Delgaditas y el final, la cumbre.

Es emocionante saber que en la carretera te encuentras con gente que te quiere ayudar. Te ofrecen agua, geles, bocadillos y bananos, son los mismos que van acompañando a otros ciclistas.

 

Hombres y mujeres se van abriendo paso a paso, y Letras se escribe con sufrimiento para llegar al lugar donde se toman las fotos los victoriosos. El CAI, los letreros donde los que coronan prometen que vale la pena volver, a mejorar el tiempo o hacer la reconfirmación del ciclista. ¿Y usted, qué espera para intentarlo?

¡Por fin llegué!
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