Hace un tiempo conté en Revista La Liga (cuando era una publicación impresa) la historia de cómo me inicié en el ciclismo recreativo, y luego profundicé contando cómo era participar en un gran fondo. Ahora les hablaré de lo que, para mí, es la graduación en este tema de bielas y pedales, de hacerse ciclista: cuando se cumple el reto de subir el alto de Letras. No por nada es el premio de montaña más largo del mundo, son 81.5 kilómetros de ascenso.
Pues los astros se alinearon para que yo pudiera reclamar ese diploma moral, como uno mismo lo escribe, al finalizar la mítica subida, que parece un castigo de dioses. Es allá, en ese Olimpo a 3681 metros de altitud, donde uno siente una felicidad hasta las lágrimas.
Digo que se alinearon los astros porque no tenía pensado ir a hacer ese ataque; pero a veces la suerte, como el viento, empuja a nuestro favor.
Un grupo de amigos con los que entreno tuvieron la brillante idea de hacer este reto. Claudio y Elías se desafiaron, pero el segundo, por cuestiones laborales, no pudo. Perder tanto tiempo de entrenamiento, madrugadas y salidas coordinadas no estaba en la mente de Claudio, y él invitó a otro amigo, Mario, quien también le dijo a Juan Pablo Hernández, mi compañero de Caracol Televisión. Él me antojó de ir; logramos el permiso en el trabajo y, en menos de nada, estaba montado en esa aventura.